El otro día fui a recoger mi correo y vi una factura por encima que inmediatamente me angustió porque pensaba que había llegado un cobro por una suma importante de dinero. Me senté en mi cama y empecé a abrir todo lo recibido. Abrí las cartas de felicitaciones por haber dado una conferencia, descuentos de mis marcas favoritas, mucha publicidad, entre otras cosas… pero cuando llegué a la factura no quise abrir el sobre. Lo que si abrí rápidamente fue la gaveta de mi mesita de noche que se encontraba a mi lado y, sin pensarlo dos veces, guardé la factura ahí. “Luego lidio con eso”, pensé.
La realidad es que no tenía idea del contenido real de esa factura. En lugar de enfrentarla con valentía, opté por evadirla, deseando que simplemente desapareciera. Claro, eso no iba a ocurrir. Lo que sí empezó a surgir y a crecer fue mi ansiedad y preocupación, alimentadas por las historias que imaginaba respecto a esa factura y la vergüenza de no haberla pagado aún.
Finalmente decidí abrirla y me encontré con la sorpresa de que era un reembolso de un monto importante, que sin duda no me esperaba.
Tuve un conjunto de emociones y sensaciones que me resultaban familiares. Emoción, felicidad, gozo, y al mismo tiempo, frustración conmigo misma. ¿Cuánto sufrimiento me pude haber evitado si la hubiera abierto en el momento que la recibí? Pues justamente esta situación describe lo que ocurre con las conversaciones incómodas.
Dialogar y expresar nuestras necesidades y deseos es algo necesario e inevitable, pero al no tener idea del resultado que esa conversación incómoda pueda tener, nos inventamos historias catastróficas que nos llevan a guardarlas en una gaveta mental, procrastinando, y haciendo que aumente nuestra ansiedad, junto con todas todas las emociones y pensamientos negativos sobre esa conversación. Lo más retador, es que la situación que originó la necesidad de una conversación incómoda también empeora o se agrava. Lo mismo hubiese pasado si la factura que imaginaba hubiese sido real, ya que habría tenido que pagar el monto correspondiente junto con los cargos por retraso.
Si quieres entender más sobre la importancia de tener conversaciones incómodas, sigue leyendo.
¿Por qué evadimos conversaciones incómodas?
Evadimos LA REALIDAD.
¿Esto nos ayuda? Claramente no.
¿Ayuda a la otra persona? Tampoco. Probablemente la otra persona también esté dentro de ese patrón evitativo o quizás no tenga ni idea de cómo nos sentimos o del resentimiento acumulado que cargamos.
¿Ayuda a la relación? No. Porque cuando no hay honestidad en una relación es muy difícil que sea auténtica, real y fluida.
Entonces, ¿por qué evitamos?
Porque no queremos perturbar la supuesta “paz” externa, porque nos da miedo enfrentar el rechazo, porque no sabemos comunicarnos asertivamente, porque no hemos sido entrenad@s para tolerar y regular emociones retadoras, porque queremos gustarle al otro y no incomodar, porque a menudo es más fácil en el momento mantener el silencio que expresar nuestro deseo, necesidad u opinión, porque nos quedamos atascad@s fantaseando con irnos a un lugar muy lejano donde nadie nos conozca.
La realidad es que, al escondernos, terminamos creando más conflicto en nuestro interior, causando relaciones inauténticas y susceptibles a la explosión emocional.
¿Qué pasa si afrontamos las conversaciones incómodas con valentía y amabilidad?
Podríamos encontrar:
- Todo lo que necesitábamos para que nuestras necesidades sean satisfechas.
- Que toda la tensión y frustración en la relación fuera solo un malentendido.
- Entendimiento y empatía de parte de la otra persona.
- Negociación para obtener un resultado que le funcione a las dos partes.
- Información valiosa que nos invita a redireccionar nuestra vida a un camino más alineado a nosotros mismos.
- Y lo que es más importante PAZ MENTAL
Hay situaciones en las que vamos a tener que decidir conscientemente no tener la conversación porque sabemos que no es posible llegar a una solución sana. En esos momentos, lo que debemos hacer, es comunicar asertivamente nuestro límite y aceptar radicalmente para seguir.
La mayoría de veces no es así. Generalmente huimos porque quien no puede mantener la conversación de forma constructiva somos nosotr@s mism@s. ¿Por qué? Porque carecemos de las habilidades y la consciencia para poder escuchar, sentir, comunicarnos y resolver los problemas o lograr un cierre saludable.
Yo solía esconderme o explotar. O lo uno o lo otro. Ahora, luego de trabajar conscientemente la evasión, aprovecho cada oportunidad que tengo para tener una conversación que me permita evolucionar en mi camino, y de hecho, he llegado a definir el éxito como eso: tener una conversación incómoda. Así es como CRECEMOS.
¿Cómo enfrentar las conversaciones incómodas y luchar contra la evasión?
Puedes empezar por analizar y entender tus reacciones, acá te comparto algunas preguntas:
Durante tu niñez, ¿cómo te respondían cuando verbalizabas lo que pensabas? ¿Qué consecuencias, tanto negativas como positivas, ocurrían cuando verbalizabas tu verdad?
¿Cómo fue la primera vez que enfrentaste una conversación incómoda?
Al momento de enfrentarte a una conversación incómoda, ¿lo haces desde la defensa y confrontación o desde la calma y reconciliación?
Si la persona responde de una manera no deseada, ¿qué significa para ti esa respuesta? ¿Atribuyes esa respuesta a tu valor como persona y a tu dignidad?
¿Cómo podrías separar la reacción del otro con el significado que tienes de ti mism@? Y al hacerlo, ¿cómo podrías responder de manera asertiva?
¿Cómo te sentirías si dejarás de evitar estas conversaciones? ¿De qué maneras podrías evolucionar como persona y de qué manera podrían evolucionar tus relaciones?
¿Cuánta carga mental liberarías si tuvieras las conversaciones incómodas en vez de evitarlas?
Conclusión
A menudo evadimos conversaciones incómodas que tememos afrontar. Mi experiencia con una factura olvidada me llevó a comprender que al esconderlas, solo aumentamos la ansiedad. Evadir la realidad no ayuda ni a nosotros ni a nuestras relaciones. Entonces, ¿y si abrimos esos diálogos con valentía? Podríamos hallar entendimiento, satisfacción de necesidades, paz mental o incluso una solución inesperada. Al desafiar este patrón, evolucionamos. Te invito a afrontar esas charlas, liberándote de cargas mentales y fortaleciendo conexiones auténticas.
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